Dr. Rubén Brodsky: "explicar y comprender una guerra es muy complejo..."
02/04/2025 Entrevistamos al Veterano de Guerra que nos transmitió sus vivencias previas, durante y después de la guerra de Malvinas al cumplirse 43 años de la Gesta.
El 2 de abril es un día emblemático y el 14 de junio, como sabrás, es otro día emblemático. En el medio todos los días son emblemáticos, entre el 2 y el 14 de junio. Sin embargo, el 2 de abril para nosotros tiene un sabor especial porque fue cuando en realidad dio inicio a las acciones contra el Reino Unido de la Gran Bretaña a través de la reconquista de las Islas Malvinas por parte de gran parte de nuestro regimiento, precisamente el regimiento de Infantería 25 y un grupo de otras unidades. Pero nuestro regimiento casi totalmente dio presente ese día, por eso especialmente para nosotros los veteranos del 25 es un día ciertamente muy especial. En Sarmiento, en la provincia de Chubut y en aquellas épocas el jefe, lo hemos hablado también, era el Teniente Coronel Seineldin, un soldado emblemático, querido por todas las unidades, con una fuerza y una lealtad a su patria increíble, un jefe comando, su regimiento era comando y yo tuve de alguna manera, por mis obligaciones con la patria, hacer el servicio militar ahí y ciertamente tuvo un impacto muy importante en mi persona.
Médico recibido rumbo a Malvinas
En aquellas épocas estaba estudiando y en aquellas épocas cuando estabas estudiando tenías la posibilidad de pedir una prórroga, es así, a las unidades militares, pedías una prórroga, te la daban hasta que concluyeran los estudios, pero claro esa tenía unas características muy especiales, yo te doy la prórroga pero vos haces el servicio militar durante 12 meses y exactamente tus obligaciones van a estar vinculadas con tu profesión. Digo esos 12 meses porque había otras alternativas, aquellos que hacían bien los deberes, eran buenos soldados y demás, tenían opciones de salir antes de los 7 meses y así sucesivamente hubieron varias bajas. Lo mío duró un poco más de 12 meses porque lo mío después se extendió a la guerra, de modo que estuve casi 16 meses, pero por el tema de la guerra. Había ingresado a la unidad el 5 de abril del año 81 y me iba de baja el 5 de abril del 82 pero no pudo ser. Por 3 días.
El 30 de marzo de 1982 exactamente, yo estaba recibiendo mi título de médico, yo había pedido licencia hasta la baja, yo me había ido del regimiento en febrero del 81, había pedido licencia para la baja porque estaba estudiando, parada de exámenes en la residencia para hacer mi especialidad y entonces ya hacía dos meses que estaba alejado del regimiento y estudiando, yo ya me sentía un civil, pero no pudo ser porque el mismo 30 que voy a recibir mi título de médico recibe un telegrama en mi casa de la unidad diciéndome que debía presentarme urgentemente a la unidad por motivos que la patria me iba a agradecer. Yo la verdad que no sabía, no estaba enterado de lo que estaba pasando, pedí un día más porque necesitaba hacer un trámite más urgente con mis cuestiones académicas. Bueno, termino ese tema, el 31, el primero de la mañana me voy en un colectivo para Sarmiento, la unidad mía ya había partido en un buque dos días antes, así que casi completa, habían quedado muy pocos, pero llego al regimiento y el Teniente Coronel una vez estando allá, él en Malvinas, hizo un paneo de la situación viendo qué quiénes estaban haciendo falta, cuáles eran las necesidades y una de las necesidades era un médico, entonces preguntó si había médicos, qué médicos había en la unidad y le habían comentado que yo estaba recientemente incorporado, mencionado a otros, como yo tuve una relación con él el año anterior de otra naturaleza, pidió que fuera yo. Entonces me uní con mi bolsón porté equipo y fui a los saltitos de un lado, salté a otro lado y de otro al otro, llegué a la Comodoro Rivadavia y hay estos aviones gigantes, los Hércules C-130, me subí en uno de esos monstruos y me fui a Malvinas, éramos pocos, pero llevamos muchas vituallas, tanquetas y demás, tanquetas que se hundieron, no bien las bajamos, se bajó el portón del avión y bajamos las tanquetas y se hundieron ahí nomás en la tierra, no se pudimos sacar nunca más, bueno y ahí viajamos, como te decía, con todos los partrechos, así que así me empezó lo mío, llegué ahí el 8 de abril.
Médico en las trincheras junto a los soldados
Dividiría a los grupos médicos en dos partes fundamentales, todos aquellos que estaban en el hospital y todos aquellos que estábamos en las trincheras. Los que estaban en el hospital esencialmente eran médicos que tenían especialidades quirúrgicas fundamentalmente. Mi jefe, que era un teniente primero médico traumatólogo, lo vi pocas veces porque él siempre estaba en el hospital y el único médico del regimiento era yo, en el aeropuerto Puerto Argentino. Nuestra unidad fue escindida en dos partes, gran parte del regimiento en el aeropuerto Puerto Argentino y la compañía C que estuvo en Lanzo Verde y Gus Grimm. Yo estuve en el regimiento, como te decía, en el aeropuerto. Y en el aeropuerto cómo explicártelo sencillamente, la unidad hospitalaria era mi posición. Mi posición de combate eran de 2 metros por 2 metros, que lo hemos hablado en varias oportunidades, 90 centímetros de alto, 2 metros por 2 cuadrados y ahí se pretendía que nosotros atendiéramos las primeras instancias, las primeras necesidades médicas, ya sea de heridos o ya sea los enfermos, porque hubieron enfermos muchos, yo me ocupé mucho de eso. Casi te diría que fue mi función fundamental, porque hemos hablado, vivían en pozos, en circunstancias paupérrimas y demás, y entonces surgió todo aquello que tenía que ver con la desnutrición y enfermedades vinculadas con la falta de calorías y frío. Yo hacía mis recorridas por las trincheras como si fuera un pase de sala, iba trinchera por trinchera a ver cómo estaban los soldados. Muchas veces venía conmigo el padre Vicente Martínez, que ya hemos hablado aquí. Entonces el padre muchas veces hacía de enfermero, yo muchas veces le ayudaba con las misas. Y bueno, así hacíamos esos intercambios notables con el padre que potenció una relación increíble entre los dos.Cuando había que atender a los heridos, estábamos junto con el grupo médico de la Fuerza Aérea, que estaban ahí nomás pegaditos, y entonces salíamos uno u otro, los dos grupos corriendo, porque siempre era correr, siempre era correr, y la idea era, así brutalmente dicho, tapar agujeros, porque no teníamos otra posibilidad de hacer nada, no teníamos salas quirúrgicas, incluso los elementos primarios de atención médica no teníamos. Por ejemplo, no tenía bisturí, por ejemplo, por decir algo que todo el mundo conoce. Y entonces me arreglé como pude, dedicado mucho, como te decía, a los pacientes de las trincheras, hacíamos una rotación, hacía yo la rotación todo el tiempo, y bueno, no importaba cómo estuviera el medio, digo, bombardeado o no, estando bombardeado o no, yo tenía que salir, porque había muchas necesidades. Y aquellos que estábamos en esas posiciones, digo, las posiciones del aeropuerto, el puerto argentino, que fue donde empezó la guerra y donde terminó la guerra, recibimos los primeros bombazos y los últimos bombazos. Al lado o por arriba, pero siempre ahí, porque la idea era defender el aeropuerto, porque los ingleses iban por el aeropuerto, pues era sencillo, entraban por el aeropuerto, tomaban el aeropuerto y se acababa la guerra. Porque los pertrechos, los soldados y todo eso ingresaban por ahí con los aviones. Lo cierto es que la defensa del aeropuerto fue férrea, fue muy férrea. Fue, digamos, organizada y distribuida por nuestro jefe, gran parte de ello, y nunca pudieron nada más que bombardearnos, es decir, nada más que bombardearnos. Nos tiraban con los aviones y los barcos, las fragatas, pero nunca pudieron ingresar, porque no los dejábamos entrar y tampoco los aviones los dejábamos bajar, porque los tirábamos continuamente. Arriba y detrás nuestro había una Tiger Cuts, que era una misilera muy bien armada, de donde le apagábamos la corriente para llevar luz a algún lugar que podía servirnos para atender de noche a algún paciente, digo paciente, pero era primero mi paciente, los soldados que podían estar heridos en un contenedor que hacía a la vez el hospital, un contenedor común, porque no podíamos prender la luz de noche, porque nos tiraban ahí, encendíamos la luz en ese contenedor y ahí metíamos dedos y hacíamos lo que podíamos. Así que no podían bajar por ahí los ingleses, nunca pudieron bajar, nunca pudieron entrar, a tal punto que en un momento determinado los jefes ingleses cuando hablaron con Seineldin, hablaron muy bien de nosotros, porque creían que éramos todos comando, porque como la compañía C utilizaba precisamente boinas de comando y nosotros éramos todos comando y por eso la defensa férrea contaban que le iba a producir muchas bajas pelear con nosotros.
Eso fue lo que ocurrió y fue por eso que, digamos, entre otras tantas cosas, por los cuales los británicos no pudieron bajar en el aeropuerto.
Frío, alimentos escasos y las cartas que generaban impacto
Explicar una guerra es muy complejo y entender una guerra es muy complejo. Yo te diría que eso que ocurrió no podría haber ocurrido si no nos hubiera pasado lo que nos pasó. ¿Qué fue lo que nos pasó? El hombre durante la guerra sufre lentamente, tal vez lo hemos conversado, una lenta transformación. Una lenta transformación que es producto de, vos recién lo mencionaste, el frío, el agua, el hambre, las necesidades básicas ausentes. Todo eso fue ocurriendo en un contexto de incipiente animalización. Animalización lo llamo yo porque, por ejemplo, estábamos haciendo nuestras necesidades fisiológicas y pasaba un tipo y te preguntaba ché, la unidad, tal, ¿dónde estaba? Y vos ahí le decías, está por allá, no pasaba nada. Eso es imposible, aceptar una cosa así. Bueno, y de esa naturaleza muchas. Comer, como muchas veces no comíamos porque no nos llegaban los alimentos, o los alimentos cuando llegaban estaban congelados porque, en el caso mío, yo no estaba nunca en la posición, como te decía recién, siempre estaba en los pozos dando vuelta. Hablábamos de la comida y nos alimentábamos hablando de la comida, diciendo mi abuela, mi mamá. Qué rico que hace, digamos, tal o cual comida. Entonces de esa manera subsistíamos. La falta de contacto con nuestras madres, las esposas, novias, hermanas y demás eran a través de las cartas. La carta era un cable a tierra y por eso el Hércules tuvo un valor fundamental para nosotros y la pista tuvo un valor fundamental para nosotros. No solamente el Regimiento de Infantería 25, cuando digo nosotros, nosotros todos. Los 14.000 que estábamos ahí, los 14.000 que participamos en la guerra. Era fundamental porque no solamente traía pertrechos y alimentos y un refresco de tropas, se llevaba a los heridos y demás, sino que también traían cartas. Traían, yo diría, grandes paquetes con cosas. Y en esos grandes paquetes con cosas venían cosas que nos mandaban, digo cosas porque eran muchas, que llegaban por la mitad, que nos mandaban nuestros padres, la ciudad. La ciudad colaboró mucho conmigo, me mandaron muchas cosas, de las cuales muchas ni recibí, pero yo sabía que estaban mandando. Había violación de encomiendas y demás.
Y las cartas, independientemente de que nos estuvieran bombardeando, la carta era un momento de contacto con una realidad con la cual nos estábamos teniendo. Y entonces he hablado de mi amor con mi mamá,con mi hermana y así. Entonces eso te hacía sentir que estabas viviendo. La carta fue algo increíble, traía un impacto importante. Tanto es así que muchos no recibían cartas. Hubieron escuelas, colegios que nos escribieron. Y nosotros teníamos lo que llamábamos esta feta, un soldado que andaba corriendo bajo la vara llevando un bolso con las cartas y cualquier nombre ponían. Y decían, Che Gómez, y no decía Gómez, y carta para vos, y Gómez carta para mí, ni miraba si decía para Gómez. Y había una carta que le escribía un chiquito de un colegio. Bueno, eso, que seguramente es conocido, eso tuvo un impacto en nosotros increíble. Era la carta con cariño, con amor, con a veces palabras, pocas palabras, dibujitos. Y eso nos iluminaba, nos daba una sensación de vida real. Pero volviendo a lo que estábamos viviendo, la verdad es que eso pasaba. Habíamos animalizado tanto que estaban bombardeando si era parte de la cosa cotidiana. Vos hoy lo estás viendo, lo que pasa en los países beligerantes, lo que está pasando en Israel, están combatiendo y siguen haciendo su vida. Y es lo que pasa, seguís haciendo la vida porque además tenés que vivir. Es difícil explicar eso.
Nosotros hacíamos eso, vivíamos debajo del bombardeo y nos habíamos acostumbrado, pero lo que siempre teníamos en cuenta era contarnos, entendés, éramos ocho y siempre nos contábamos si estábamos los ocho, porque los ocho salíamos de nuestra posición, íbamos a distintos lugares y cuando volvíamos estábamos todos, eso era, es brutal eso, pero era cotidiano, era cotidiano.
Recuerdo de su jefe y de compañeros en las trincheras
Con mi jefe tuve una discusión una vez y nos desencontramos definitivamente, yo estaba demasiado tiempo en la trinchera, todos estábamos demasiado tiempo, pero como yo iba frecuentemente al hospital, tenía que ir al hospital con mucha frecuencia, una vez le digo a mi jefe: por qué no te quedás unas horas en las trincheras, me voy a meter un suerito, me caliento un poco y vuelvo, Y él me dice, no, con mirar a la trinchera, mi posición es esta, a la trinchera no voy a ir, pero es que no hay médico, no voy a ir, entonces le digo, sacáme el suero que me voy. Entonces, bueno, eso produjo un rompimiento de relaciones y él sabe porque lo fui a buscar una vez, él fue el director de una clínica importantísima en Buenos Aires y me recibió con mucha vergüenza y siempre eludió la charla, ese fue el contacto que tuve con él. Con mis compañeros tuve varios contactos, de hecho algunos han venido por acá, uno de ellos que murió hace poco y que quería muchísimo, Daniel Charla, era uno de los muchachos que vivía conmigo en la posición, tanto lo querían a Daniel Charla, tan buen tipo era en su ciudad que la calle donde él vivía, cambiaron la calle por el nombre de él.
Hubiera tenido posibilidades de encontrarme con James Stevenson, que era el capitán, que es una historia que va a llevar mucho tiempo, pero en el barco, cuando viene el prisionero, después de una serie de cuestiones que vivimos ahí, me dijo que cuando yo estaba allá en la esplanada de desembarco, me regaló un cartón de cigarrillos y me saludó militarmente muy amable y me dijo ojalá pudiéramos volvernos a ver y no nos vimos nunca más, pero hubo muchas cosas en el medio. Me hubiera encantado verlo, él murió.